Capítulo 1 Ruinas de Antaño
Género: Ficción, Dark Romance, Suspenso
La brisa fresca de la tarde acariciaba el rostro de Alejandra mientras se adentraba en el corazón de la ciudad, un lugar donde las sombras de la historia parecían susurrar secretos olvidados. Desde pequeña, había sentido una conexión especial con el pasado; los relatos de antiguas civilizaciones y amores trágicos la habían cautivado, convirtiéndola en una apasionada de la arqueología. Sin embargo, lo que la atraía a las ruinas de antaño iba más allá de su curiosidad intelectual; había algo en ellas que resonaba en su alma, un eco de sus propios anhelos y desilusiones.
Las ruinas de la colina, envueltas en leyendas oscuras, eran un lugar prohibido para muchos. Se decía que aquellos que se aventuraban demasiado cerca podían oír los lamentos de los amantes que habían sido separados por la muerte, condenados a vagar eternamente en busca de su amor perdido. A pesar de las advertencias, Alejandra no podía resistir la atracción que sentía hacia aquel lugar. Era como si una fuerza invisible la guiara, empujándola a descubrir los misterios que yacían en el polvo de la historia.
Esa tarde, el cielo se tornaba de un gris profundo, presagiando una tormenta. Alejandra se detuvo frente a la entrada de las ruinas, un arco de piedra cubierto de hiedra y musgo que parecía susurrarle su nombre. La sensación de ser observada la envolvió, y un escalofrío recorrió su espalda. Sin embargo, su curiosidad superó el miedo. Con un suspiro decidido, cruzó el umbral.
Al entrar, el aire se volvió denso, cargado de un aroma a tierra húmeda y antigüedad. Las piedras desgastadas por el tiempo contaban historias de amor y pérdida, y Alejandra no pudo evitar imaginar a las parejas que habían caminado por esos pasillos, sus risas resonando en el aire. Pero a medida que se adentraba más en las ruinas, la atmósfera cambió. Las sombras parecían alargarse, y un susurro suave, casi imperceptible, comenzó a envolverla.
—Alejandra? —la voz resonó como un eco, pero no había nadie a su alrededor. Su corazón latía con fuerza, y un sudor frío comenzó a formarse en su frente. Sin embargo, en lugar de huir, se sintió atraída por el sonido. Era como si la voz la llamara, prometiendo respuestas a las preguntas que había llevado consigo durante años.
Mientras exploraba, encontró una sala oculta, iluminada por un rayo de luz que se filtraba a través de una grieta en el techo. En el centro, había un altar cubierto de polvo y telarañas, rodeado de antiguas inscripciones que hablaban de un amor eterno, de sacrificios y de pactos oscuros. Alejandra se acercó, su curiosidad desbordando su miedo. Al tocar la superficie del altar, una corriente eléctrica recorrió su cuerpo, y una imagen fugaz de un joven de ojos oscuros apareció en su mente, sonriendo tristemente.
— Quién eres? —murmuró, sintiendo que la conexión entre ellos era más que un simple sueño. Era como si él también estuviera buscando algo, algo que ella podía ofrecer.
De repente, una ráfaga de viento helado atravesó la sala, apagando la luz y sumiéndola en la oscuridad. La voz regresó, más fuerte esta vez, resonando en las paredes de piedra.
— Ayúdame! —clamaba, llena de desesperación.
El terror se apoderó de Alejandra, pero no podía dar marcha atrás. La historia de aquellos amantes perdidos se entrelazaba con la suya. Ella también había sufrido por el amor, había sentido la soledad y el deseo de ser comprendida. En ese momento, comprendió que las ruinas no eran solo un vestigio del pasado, sino un espejo de su propia vida.
Mientras luchaba contra el miedo, una decisión surgió en su interior. No podía ignorar la llamada de aquel joven, ni las sombras que la rodeaban. Si había algo que había aprendido en sus estudios sobre el amor y la historia, era que enfrentarse a los miedos era la única forma de liberarse. Así que, con el corazón latiendo con fuerza, Alejandra se comprometió a desentrañar el misterio de las ruinas y encontrar la verdad detrás de los ecos de un amor perdido.
Mientras la tormenta estallaba afuera, Alejandra sintió que su propia historia comenzaba a entrelazarse con la de aquellos que habían venido antes que ella. Las ruinas de antaño no solo eran un lugar de desamor; eran un portal hacia la redención, un camino que podría llevarla a la comprensión de sí misma y a la posibilidad de un amor verdadero. La oscuridad la envolvía, pero en su corazón, una chispa de esperanza comenzaba a brillar.
Las sombras se alargan en las ruinas, y el eco de la tormenta resuena en el aire, creando una atmósfera cargada de misterio y tensión. Alejandra avanza hacia el altar, su corazón latiendo con fuerza, cuando de repente, un movimiento en la penumbra capta su atención. Una figura oscura emerge de las sombras, y su pulso se acelera.
Enrique: (con una voz suave, pero firme) No temas. No estoy aquí para hacerte daño.
Alejandra se detiene, su mirada fija en el chico que se presenta ante ella. Enrique es un joven de rasgos marcados, con ojos oscuros que parecen reflejar la profundidad de su alma. Su cabello desordenado y su ropa desgastada sugieren que ha estado vagando por las ruinas durante un tiempo. Hay algo en su presencia que la intriga, pero también la asusta.
Alejandra: (con cautela) Quién eres? Qué haces aquí?
Enrique: (sonriendo levemente) Me llamo Enrique. He estado investigando estas ruinas, al igual que tú. Hay historias aquí que deben ser contadas.
Alejandra siente una conexión instantánea con él, como si sus almas estuvieran entrelazadas por las mismas cicatrices del pasado. Sin embargo, algo en su mirada sugiere que hay más de lo que parece, un secreto oculto detrás de su sonrisa.
Alejandra: (frunciendo el ceño) Historias? De qué hablas?
Enrique: (mirando hacia el altar) Historias de amor y pérdida, de traiciones y redenciones. Estas ruinas son un reflejo de lo que hemos vivido. (pausa) Sé que llevas un peso en tu corazón, igual que yo.
Alejandra siente que sus defensas comienzan a desmoronarse. Enrique habla con una sinceridad que la atrapa, y por un momento, el miedo se disipa. Se da cuenta de que ambos comparten un dolor similar, una búsqueda desesperada por un amor que parece siempre estar fuera de alcance.
Alejandra: (susurrando) He venido aquí buscando respuestas, intentando entender por qué el amor siempre me ha eludido.
Enrique: (asintiendo) Lo sé. He pasado por lo mismo. La búsqueda del amor verdadero a menudo nos lleva a lugares oscuros, donde las sombras del pasado nos acechan.
La atmósfera se vuelve más intensa, y el sonido de la tormenta se convierte en un murmullo lejano. Las sombras parecen acercarse, y Alejandra siente un escalofrío recorrer su espalda.
Alejandra: (mirando a su alrededor) Este lugar… es inquietante. Hay algo en el aire que me asusta.
Enrique: (acercándose un poco más) Las ruinas tienen memoria. Cargan con las emociones de quienes han estado aquí antes. (con voz baja) A veces, los ecos del pasado pueden ser aterradores.
Alejandra se siente atraída por la cercanía de Enrique, pero también alerta. Hay una chispa entre ellos, una química que no puede ignorar, pero también un aire de misterio que la rodea.
Alejandra: (con curiosidad) Qué has descubierto sobre este lugar? Por qué sientes que debemos desenterrar estas historias?
Enrique: (mirándola fijamente) Porque a veces, enfrentarnos a nuestros miedos es la única forma de liberarnos. Cada historia tiene un propósito, y quizás al descubrirlas, podamos encontrar algo que hemos perdido.
La tensión en el aire se vuelve palpable, y Alejandra siente que la oscuridad la envuelve mientras se adentra en la conversación. Enrique se convierte en un faro en la penumbra, y su presencia la hace sentir viva, pero también vulnerable.
Alejandra: (con voz temblorosa) ¿Y si lo que encontramos aquí es demasiado doloroso? ¿Y si no estamos listos para enfrentar lo que está oculto en la oscuridad?
Enrique: (con una mirada intensa) A veces, el dolor es necesario para sanar. Si no enfrentamos nuestras sombras, nunca podremos encontrar la luz.
En ese instante, un trueno retumba en el cielo, y la sala parece vibrar con la energía del momento. Alejandra siente que el tiempo se detiene, y en ese espacio suspendido, se da cuenta de que no solo está buscando respuestas sobre las ruinas, sino también sobre sí misma.
Alejandra: (con determinación) Entonces, qué hacemos?
Enrique: (sonriendo, su mirada llena de complicidad) Desenterramos las historias. Juntos.
Ambos se acercan al altar, y el aire se carga de una energía palpable. Alejandra siente que su corazón late con fuerza, y aunque el miedo persiste, la conexión con Enrique la empodera. Están a punto de explorar no solo las ruinas, sino también los rincones oscuros de sus propias almas.
A medida que se preparan para desentrañar los secretos de las ruinas, la atmósfera se vuelve aún más intensa, y las sombras parecen cobrar vida a su alrededor. La oscuridad puede ser aterradora, pero también es un lugar de posibilidades. Con cada paso que dan, Alejandra y Enrique se adentran en un viaje que cambiará sus vidas para siempre, donde el amor y el dolor se entrelazan en un oscuro y apasionante romance.
(La escena se cierra con la imagen de ambos, de pie frente al altar, listos para enfrentar lo desconocido, mientras la tormenta ruge afuera, simbolizando la batalla interna que cada uno debe librar.)
La escena se cierra con la imagen de ambos, de pie frente al altar, listos para enfrentar lo desconocido.
El aire es denso, cargado de una tensión palpable que parece vibrar a su alrededor. Alejandra y Enrique se encuentran en el centro de la sala, iluminados intermitentemente por los destellos de relámpagos que se filtran a través de las rendijas de las antiguas paredes de piedra. La luz parpadeante crea un juego de sombras que danzan a su alrededor, como si las propias ruinas estuvieran observándolos, esperando a que den el siguiente paso en su viaje.
Alejandra siente el latido de su corazón resonar en sus oídos, un tambor que marca el compás de su determinación. A su lado, Enrique se mantiene firme, su presencia serena y poderosa. Sus ojos oscuros brillan con una mezcla de emoción y desafío, reflejando la tormenta que ruge afuera. Ella puede sentir la conexión entre ellos, un hilo invisible que los une en este momento de incertidumbre.
Alejandra: (susurrando, casi para sí misma) Estamos a punto de descubrir algo que podría cambiarlo todo.
Enrique asiente, su mirada fija en el altar, donde antiguas inscripciones parecen cobrar vida bajo la luz de los relámpagos. Las palabras grabadas en la piedra cuentan historias de amores perdidos y traiciones, de esperanzas y sueños marchitos. La atmósfera se siente cargada de historia, y Alejandra se da cuenta de que no solo están desenterrando el pasado de las ruinas, sino también sus propios secretos.
Enrique: (con voz baja) Lo que encontremos aquí puede ser doloroso. Pero también puede ser liberador.
Alejandra siente un escalofrío recorrer su espalda, no solo por el miedo a lo que pueda revelar el altar, sino también por la valentía que siente al estar al lado de Enrique. La tormenta afuera se intensifica, los truenos retumban como un eco de las emociones que burbujean en su interior.
Alejandra: (mirándolo a los ojos) Estás listo para esto?
Enrique la mira intensamente, y en ese instante, el mundo exterior desaparece. Todo lo que existe es el momento compartido entre ellos, la promesa de descubrir la verdad, sin importar cuán oscura sea. La conexión entre ellos se siente como un fuego, ardiente y apasionado, pero también frágil, como un cristal que podría romperse con la más mínima presión.
Enrique: (con una sonrisa resoluta) Juntos. Siempre juntos.
La tormenta ruge con fuerza, y por un momento, Alejandra siente que el cielo se desata, como si el universo mismo estuviera a punto de revelar un secreto antiguo. La luz de un relámpago ilumina sus rostros, capturando la intensidad de sus emociones. En ese instante, ella sabe que no solo están enfrentando las sombras de las ruinas, sino también sus propios miedos, sus inseguridades y el dolor del desamor que ambos han llevado en sus corazones.
Alejandra: (con determinación) Entonces, vamos a hacerlo. Vamos a descubrir lo que hay detrás de estas puertas de la oscuridad.
Con un último vistazo a Enrique, Alejandra siente que el miedo se transforma en coraje. Juntos, avanzan hacia el altar, donde el misterio y la verdad los esperan. La tormenta afuera parece alcanzar su cúspide, y el rugido del trueno se convierte en un símbolo de la batalla interna que cada uno debe librar.
A medida que se acercan al altar, la luz de los relámpagos baña la sala en un resplandor fantasmagórico, y las sombras se alzan a su alrededor, como si la historia misma estuviera cobrando vida. El momento es a la vez aterrador y electrizante, y Alejandra siente que el destino les está llamando.
Comentarios
Publicar un comentario