La Llegada
La brisa suave de la noche acariciaba el rostro de Valentina mientras bajaba del taxi, sus tacones resonando en las calles empedradas de la ciudad. Las luces de neón parpadeaban a su alrededor, prometiendo una vida llena de posibilidades y secretos. Con una mezcla de nerviosismo y emoción, ajustó su vestido negro ceñido, que resaltaba sus curvas y dejaba entrever su determinación. Era su primera noche en la ciudad, y la gala exclusiva a la que asistía era la oportunidad perfecta para establecer contactos y, quizás, descubrir algo más.
Al entrar al
elegante salón, el murmullo de la multitud la envolvió como un abrazo cálido.
Las risas y las conversaciones se entrelazaban con el tintinear de las copas de
champán. Valentina se sintió un poco fuera de lugar, pero su confianza innata
la impulsó a avanzar. Sabía que estaba destinada a brillar, incluso en medio de
la opulencia que la rodeaba.
Fue entonces
cuando lo vio. Alejandro. Alto, con una presencia que dominaba la habitación,
su mirada intensa y oscura parecía penetrar en el alma de quienes se cruzaban
en su camino. Vestía un traje perfectamente ajustado que acentuaba su físico
atlético y una sonrisa enigmática que prometía más de lo que revelaba.
Valentina sintió un escalofrío recorrer su espalda, una mezcla de atracción y
alerta.
Mientras se
acercaba a la barra, sus miradas se encontraron. En ese instante, el tiempo
pareció detenerse. Alejandro levantó una ceja, como si supiera exactamente el
efecto que tenía sobre ella. Valentina sintió su corazón latir con fuerza, una
mezcla de deseo y curiosidad. ¿Quién era ese hombre que parecía tener un aura
tan poderosa y, a la vez, tan peligrosa?
— Te gustaría un
trago? — preguntó Alejandro, su voz profunda y seductora resonando en el aire.
— Claro
— respondió Valentina, tratando de mantener la compostura mientras su estómago
se revolvía de emoción.
A medida que él
pedía dos copas de champán, Valentina no podía evitar estudiar su rostro. Había
algo en sus rasgos que la intrigaba; una mezcla de dureza y vulnerabilidad que
la invitaba a descubrir sus secretos. Pero había una sombra en sus ojos, una
historia no contada que parecía acechar detrás de su encanto.
— Eres nueva en
la ciudad, verdad? — dijo Alejandro, girándose hacia ella con una sonrisa que
hacía que su corazón se acelerara aún más.
— Sí, me mudé
hace poco para expandir mi negocio — respondió Valentina, sintiendo una chispa
de conexión.
— Ambiciosa
— murmuró él, inclinándose un poco hacia ella, como si compartiera un secreto.
—Me gusta eso.
La conversación
fluyó con una naturalidad sorprendente, como si se conocieran de toda la vida.
Rieron y compartieron anécdotas, cada palabra cargada de una tensión palpable.
Valentina se dio cuenta de que no podía apartar la vista de él, ni de su
sonrisa que prometía aventuras y placeres prohibidos.
Sin embargo,
cada vez que Valentina se acercaba a la intimidad, una sombra cruzaba el rostro
de Alejandro. Era como si una parte de él estuviera atrapada en un pasado
oscuro, un recuerdo que lo atormentaba. Ella lo notó, pero en lugar de
alejarse, se sintió atraída por esa complejidad que lo hacía aún más
fascinante.
— Dame una
oportunidad para mostrarte la ciudad — sugirió Alejandro, su mirada fija en la
de ella, como si pudiera leer sus pensamientos más profundos.
Valentina sintió
un tirón en su interior, una mezcla de deseo y advertencia. Sabía que seguir a
un hombre como Alejandro podía llevarla a lugares que nunca había imaginado,
pero también a peligros que no podía prever. Sin embargo, la tentación era
demasiado fuerte.
— Me encantaría
— respondió, sintiendo cómo su corazón se aceleraba ante la idea de lo que
podría venir.
Mientras la
música suave llenaba el aire, Valentina se dio cuenta de que esta noche era
solo el comienzo. Un nuevo capítulo se abría ante ella, uno lleno de pasión,
misterio y un destello de peligro. Y en el centro de todo eso estaba Alejandro,
un enigma que prometía llevarla a un mundo donde el deseo y el dolor podían
entrelazarse de maneras que nunca había imaginado.
Con una sonrisa
cómplice, Valentina tomó un sorbo de su champán, brindando por lo desconocido.
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