Steel Knight La Forja del Honor

El Despertar de un Legado


La noche se cernía sobre la ciudad, una manta oscura que ocultaba secretos y peligros. Las luces parpadeantes de los rascacielos se reflejaban en los charcos de la calle, creando un mosaico de sombras y destellos que danzaban al compás del viento helado. Aric, hijo de una humilde cocinera de una cafetería, caminaba por las calles desiertas, sintiendo el frío del viento en su rostro. Había terminado su turno en la cafetería de su madre, un pequeño local que servía café y pasteles a los pocos transeúntes que se atrevían a salir en esa oscura noche. Sin embargo, no podía sacudir la sensación de que algo lo acechaba en las sombras.


La luna, apenas visible entre las nubes, iluminaba su camino, pero la luz tenue no era suficiente para ahuyentar la inquietud que se había instalado en su pecho. Desde hacía días, había sentido una extraña tensión en el aire, como si la ciudad misma estuviera conteniendo la respiración, esperando algo. Aric aceleró el paso, tratando de dejar atrás la sensación de ser observado. 


Cuando llegó a casa, la puerta chirrió al abrirse, y el aroma familiar de la comida casera lo envolvió. Su madre, con su cabello desordenado y una sonrisa cansada, estaba terminando de limpiar la cocina. “¿Ya es tan tarde, Aric? Debes tener cuidado al volver a casa”, le advirtió, su voz llena de preocupación. Aric sonrió, intentando tranquilizarla. “Estoy bien, mamá. Solo son las sombras de la noche”.


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Sin embargo, esa noche, las sombras eran más que simples ilusiones. Mientras Aric se acomodaba en su habitación, una sensación de inquietud lo invadió nuevamente. Decidió distraerse y comenzó a explorar el desván, un lugar que rara vez visitaba. Entre cajas polvorientas y objetos olvidados, encontró una antigua espada, cubierta de telarañas y con un brillo apagado. Su empuñadura estaba adornada con símbolos que no reconocía, pero algo en ella lo atraía, como si el arma le susurrara secretos olvidados.


Al tocar la espada, una corriente de energía recorrió su cuerpo, despertando algo dentro de él. Aric sintió una conexión instantánea, como si la espada le hablara en un lenguaje antiguo. Pero antes de que pudiera reflexionar sobre el hallazgo, un grito desgarrador rompió la tranquilidad de la noche.


“¡Aric! ¡Ayuda!” La voz de su madre resonó en la oscuridad, llena de terror. Sin pensarlo, Aric salió corriendo hacia el sonido, su corazón latiendo con fuerza. Cuando llegó a la planta baja, se encontró con un grupo de figuras encapuchadas, sus rostros ocultos en la penumbra. Estaban rodeando a su madre, que se encontraba acorralada contra la pared, su expresión de miedo transformándose en desesperación.


“¡Suéltala!” gritó Aric, levantando la espada que había encontrado. Las figuras se giraron hacia él, y en ese instante, el aire se volvió denso, cargado de una energía oscura que parecía absorber la luz. Los atacantes rieron con desdén, como si la valentía de un niño fuera un chiste.


“¿Crees que puedes salvarla con eso?” uno de ellos se burló, su voz rasposa y amenazante. Pero Aric, sintiendo el poder de la espada fluir a través de él, no retrocedió. En ese momento, todo lo que había aprendido de su madre sobre la valentía y la lucha por lo que es correcto resonó en su mente.


Con un grito de determinación, Aric se lanzó hacia los atacantes. La espada brilló con una luz intensa, y cuando la blandió, una onda de energía pura se liberó, empujando a los atacantes hacia atrás. Aric no podía creer lo que había hecho; el poder que sentía era abrumador. Era como si la espada y él fueran uno solo, como si su destino estuviera entrelazado con el legado de los Steel Knight.


Los atacantes, sorprendidos por la repentina resistencia, comenzaron a atacar. Aric se movía con una agilidad que nunca había experimentado, esquivando y contraatacando con la espada. Cada golpe resonaba con una fuerza que lo llenaba de confianza, y a medida que luchaba, la energía oscura que los rodeaba parecía disiparse. La batalla era feroz, pero Aric sabía que no podía rendirse. Su madre dependía de él.


Finalmente, tras un intercambio brutal, Aric logró derribar al último de los atacantes. El silencio se apoderó de la habitación, y el sudor caía por su frente mientras respiraba pesadamente. Se volvió hacia su madre, quien lo miraba con una mezcla de miedo y asombro. “¿Estás bien, mamá?” preguntó, su voz temblando ligeramente.


Ella asintió, su mirada fija en la espada que aún sostenía. “Aric, ¿qué fue eso? Nunca había visto tal poder en ti”. 


Antes de que pudiera responder, una sombra se deslizó por la ventana, y una figura alta apareció en el umbral. Era un hombre de apariencia imponente, con una armadura brillante que reflejaba la escasa luz de la habitación. Su presencia era intimidante, pero había una calma en su mirada que inspiraba confianza.


“Soy Kael, un maestro de los Steel Knight”, dijo con una voz profunda que resonó en las paredes. “He venido a buscarte, Aric. Has despertado un poder que no solo te pertenece a ti, sino a un legado antiguo. Debes venir conmigo”.


La vida de Aric cambió drásticamente en ese instante. Con la espada en mano y el destino de los Steel Knight llamándolo, se dio cuenta de que su viaje apenas comenzaba. La oscuridad que acechaba la ciudad tenía un nuevo enemigo, y él estaba destinado a ser parte de la lucha. Con su madre a su lado, Aric dio un paso hacia el futuro, dispuesto a descubrir el verdadero significado de su legado.

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