La Diferencia de Clases
A medida que Aric se sumergía en la vida de la Casa de los Steel Knight, la emoción inicial se fue desvaneciendo, dando paso a una dura realidad. Las primeras semanas fueron un torbellino de entrenamiento y meditación, pero a medida que se adaptaba, comenzó a notar una profunda división entre los estudiantes. Los que provenían de familias poderosas y ricas eran considerados dignos de ser parte de los grupos de élite, mientras que él, un simple hijo de una cocinera, era visto como un paria.
Durante las sesiones de combate, los “Elegidos” dominaban el campo. Eran los más talentosos, con habilidades que parecían innatas, y su arrogancia era palpable. Aric los observaba desde la distancia, sintiendo cómo la inseguridad se apoderaba de él. Dorian y Lyra intentaban animarlo, pero la sombra de la desigualdad lo seguía a cada paso. La mirada despectiva de algunos de los estudiantes de élite lo hacía sentir pequeño e insignificante.
Una tarde, mientras practicaban en el dojo, Kael decidió organizar un torneo amistoso para fomentar la camaradería entre los estudiantes. Aric sintió un escalofrío de anticipación y miedo al mismo tiempo. Era su oportunidad de demostrar su valía, pero también una posibilidad de ser humillado frente a todos. Cuando se anunciaron los emparejamientos, Aric se encontró frente a un estudiante de la élite, un joven llamado Cedric, conocido por su habilidad y su actitud despectiva.
“Así que el hijo de la cocinera quiere pelear contra mí?” dijo Cedric, con una sonrisa burlona que hizo eco en el dojo. “Esto va a ser divertido”. Los murmullos de sus compañeros resonaron, y Aric sintió cómo la vergüenza lo invadía.
Kael intentó calmar la situación. “Recuerden, esto es un entrenamiento. El objetivo no es humillar a nadie, sino aprender y crecer juntos”, dijo, pero las palabras de Kael se perdieron en el aire. La tensión era palpable, y Aric sabía que debía luchar no solo contra Cedric, sino también contra la percepción de todos los demás.
El combate comenzó, y Aric se lanzó hacia adelante, su espada brillando bajo la luz del dojo. Cedric, confiado, esquivó con facilidad y contraatacó con movimientos fluidos. Aric intentó mantener la calma, recordando las lecciones sobre el ki y la meditación, pero cada golpe que recibía era un recordatorio de su lugar en la jerarquía de la escuela.
Cedric lo empujó hacia atrás, riendo mientras lo atacaba. “Es todo lo que tienes? Pensé que un Steel Knight tendría más que ofrecer”. La burla resonó en las paredes, y Aric sintió cómo la frustración burbujeaba en su interior. Con cada golpe, la ira se transformaba en determinación. No podía dejar que su pasado lo definiera.
Con un grito, Aric concentró su ki y, en un instante, sintió el calor del fuego fluyendo a través de él. Se lanzó hacia adelante, aprovechando el momento de sorpresa de Cedric. Con un movimiento rápido, realizó un corte preciso, desarmando a su oponente y haciendo que la espada de Cedric volara por los aires.
El dojo quedó en silencio. Aric, respirando pesadamente, miró a Cedric, quien ahora estaba en el suelo, sorprendido y furioso. “No te creas tan especial”, le dijo Aric, sintiendo una mezcla de triunfo y miedo. Había demostrado su valía, pero a un costo. Las miradas de sus compañeros eran una mezcla de admiración y desdén.
Kael intervino, ayudando a Cedric a levantarse. “Bien hecho, Aric. Has mostrado valor y habilidad. Pero recuerda, la verdadera fuerza no proviene solo de ganar batallas, sino de cómo te comportas después de ellas”, dijo, su tono firme pero justo.
Cedric se levantó, su rostro rojo de rabia. “Esto no ha terminado, cocinero. Te aseguro que no dejaré que esto quede así”. Con esas palabras, se alejó, y Aric sintió que la atmósfera se volvía más tensa. Sabía que había encendido una chispa en la rivalidad, y que las consecuencias de su victoria podrían ser más severas de lo que había anticipado.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Aric reflexionó sobre lo ocurrido. Había ganado una batalla, pero la guerra contra la discriminación y el desprecio apenas comenzaba. La diferencia de clases en la Casa de los Steel Knight era un obstáculo que debía superar, no solo por él, sino por todos aquellos que venían de orígenes humildes.
Al día siguiente, Kael convocó a todos los estudiantes para hablar sobre la importancia de la unidad. “Las divisiones entre nosotros solo sirven a nuestros enemigos. Debemos aprender a apoyarnos unos a otros, independientemente de nuestro origen. Cada uno de ustedes tiene un papel que desempeñar en esta lucha”, dijo, su mirada recorriendo a todos los presentes.
Aric sintió que esas palabras resonaban en su corazón. Sabía que debía ser un puente entre las diferentes casas, y que su lucha no solo era personal, sino colectiva. Aunque la inseguridad y la frustración lo acompañaban, su determinación de demostrar su valía y la de los demás se volvió más fuerte.
A medida que avanzaban los días, Aric se comprometió a entrenar más duro, no solo para sí mismo, sino para cambiar la percepción que tenían de aquellos como él. La batalla que había comenzado en el dojo era solo el comienzo. Los Steel Knight necesitaban un líder que uniera a todos, y él estaba decidido a serlo, sin importar cuán difícil fuera el camino. La oscuridad que acechaba la ciudad no solo debía ser enfrentada con fuerza, sino con unidad, y Aric estaba listo para asumir ese desafío.
El aire en la Casa de los Steel Knight estaba cargado de anticipación. Tras el torneo amistoso, Aric se sentía más motivado que nunca, pero también abrumado por la presión de demostrar su valía en un entorno donde las diferencias de clase eran palpables. La primera lección sobre el ki se acercaba, y él sabía que debía aprovecharla al máximo.
Kael reunió a todos los estudiantes en el gran salón, donde las paredes estaban adornadas con tapices que representaban a los antiguos guerreros de cada casa. “Hoy comenzaremos a explorar el ki, la energía vital que reside en cada uno de ustedes”, anunció, su voz resonando con autoridad. “Cada casa tiene su técnica de meditación. Aprender a controlar su ki es esencial para desbloquear su potencial”.
Los estudiantes se sentaron en círculo, y Kael comenzó a explicar la importancia de la meditación. “La meditación es el primer paso para conectar con su ki. Deben aprender a calmar sus mentes y escuchar su interior. Solo así podrán descubrir su verdadero poder”. Aric escuchaba atentamente, pero la idea de meditar le resultaba extraña. Siempre había sido un chico activo, y ahora debía encontrar la calma en su mente agitada.
Kael guió a los estudiantes a través de una serie de ejercicios de respiración, instándolos a cerrar los ojos y concentrarse en su aliento. Aric sintió la tensión en su cuerpo, la presión de las miradas despectivas de algunos compañeros que aún lo veían como un paria. Sin embargo, decidió ignorar esas distracciones y enfocarse en su interior.
Con cada respiración, trató de liberar la ansiedad que lo invadía. Visualizó el fuego, la energía ardiente que siempre había sentido en su pecho cuando se encontraba en situaciones de estrés. Pero a medida que intentaba conectar con esa energía, su mente se llenaba de dudas. Era realmente capaz de dominar el ki? Podría ser un verdadero Steel Knight?
Mientras luchaba con sus pensamientos, sintió un pequeño destello de calor en su interior. Fue fugaz, casi imperceptible, pero suficiente para que su corazón latiera con más fuerza. “Concéntrate en ese calor”, murmuró Kael, como si hubiera escuchado sus pensamientos. “Es tu ki. Déjalo fluir, no lo reprimas”.
Aric se aferró a esa chispa, y poco a poco, el calor se intensificó. Imaginó llamas danzantes, su energía vital fluyendo como un río de fuego. En su mente, visualizó cómo ese fuego podía convertirse en una herramienta, no en un destructor. La imagen lo llenó de esperanza, y por primera vez, sintió que podía pertenecer a este mundo.
Sin embargo, la meditación no fue fácil para todos. Dorian, que había demostrado ser un Guerrero del Fuego talentoso, luchaba por encontrar su propio camino. “No puedo concentrarme”, se quejaba, frustrado. “Siempre estoy pensando en lo que piensan los demás”. Lyra, por su parte, parecía estar en sintonía con su ki del viento, su rostro sereno mientras flotaba en una especie de trance.
Después de varias sesiones de meditación, Kael decidió que era hora de pasar a la práctica. “Ahora que han comenzado a conectar con su ki, es momento de aprender a canalizarlo en su combate”, explicó. “Hoy trabajaremos en técnicas básicas que les permitirán usar su ki para mejorar su fuerza y velocidad”.
Aric se sintió emocionado y nervioso al mismo tiempo. La idea de utilizar su ki en combate era un concepto que lo aterraba, pero también lo llenaba de una energía renovada. Kael los dividió en grupos, y Aric se encontró emparejado con Dorian.
“Vamos a probarlo”, dijo Dorian, su mirada llena de determinación. Ambos comenzaron a practicar combinaciones de movimientos, intentando canalizar su ki en cada golpe. Aric se concentró, recordando el calor que había sentido durante la meditación. Con cada movimiento, intentó invocar esa energía, pero la inseguridad lo acechaba.
Después de un par de intentos fallidos, Aric finalmente sintió cómo su ki comenzaba a fluir. Con un grito, lanzó un golpe que, aunque no fue perfecto, contenía una chispa de fuego. Dorian se detuvo, sorprendido. “Eso fue increíble! Lo hiciste!” exclamó, y Aric sintió una oleada de orgullo.
Sin embargo, la alegría fue efímera. Cedric y su grupo de élite estaban observando desde un costado, y el desprecio en sus miradas era evidente. “Qué pasa, cocinero? Te sientes poderoso ahora?” se burló Cedric, riendo con sus compañeros. Aric sintió que su corazón se hundía, pero Dorian lo animó a seguir adelante.
“No les hagas caso. Ellos no saben lo que es luchar por algo”, le dijo Dorian, y Aric se concentró nuevamente en su entrenamiento. A pesar de las miradas despectivas, comenzó a descubrir su conexión con el ki del fuego. Cada vez que canalizaba esa energía, se sentía más fuerte, más seguro de sí mismo.
El día terminó con una sensación de logro, pero también de incertidumbre. Aric sabía que aún había un largo camino por recorrer, y que la lucha no era solo contra sus propios miedos, sino también contra aquellos que lo veían como inferior. Sin embargo, esa pequeña chispa de esperanza lo mantenía en marcha.
Mientras se retiraba a su habitación esa noche, Aric miró la espada que había encontrado en el desván. Era un símbolo de su legado, y ahora, también de su determinación. No se rendiría. Aprendería a dominar su ki y demostraría que, aunque era un hijo de la cocinera, podía ser un verdadero Steel Knight. La oscuridad que acechaba la ciudad se estaba acercando, y él estaba listo para enfrentarla, armado con el fuego de su valentía y la fuerza de su ki.
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